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na nave en
forma de V surcaba el cielo nocturno, protegida por un poderoso campo
electromagnético que la hacía invisible al radar y al ojo humano. Mil androides
viajaban en ella, pero aún no estaban activados.
De pronto,
una enorme chispa surgió de la nada, a unos doscientos metros de la nave. Ese
destello se transformó en una brillante esfera plateada y, como si fuera
líquida, empezó a adoptar forma y solidificarse. Era una especie de avión, pero
mucho más aerodinámico y equipado con armas de plasma. A simple vista, no
parecía que nadie lo estuviera controlando; mas luego, del fondo de la
aeronave, apareció una figura.
La nave de
los autómatas aceleró al ver el fenómeno, pero el avión de combate le dio
alcance y disparó un rayo, que rebotó en el escudo y se dirigió a tierra.
Luego, el atacante cambió de armas y arrojó un arpón, sin éxito tampoco.
Entonces
decidió utilizar su último recurso. Presionó un botón y una especie de fuego
azul brotó del aparato hacia la nave androide. Su escudo no sirvió contra tal
ataque, y en pocos segundos se estrelló en un bosque, desencadenando un
violento incendio.
El piloto
vencedor aterrizó su máquina en una ruta vacía. Era humano. Joven, de pelo
castaño y ojos grises. Tenía una pequeña cicatriz en el pómulo izquierdo y
llevaba ropa de combate. En sus bolsillos tenía extraños artilugios metálicos,
que en la oscuridad desprendían un resplandor azulado.
Descendió de su avión y de uno de sus bolsillos
extrajo un instrumento alargado y cilíndrico. Lo dirigió hacia la aeronave y
ésta se volvió invisible; sencillamente desapareció.A trescientos kilómetros de allí, un ser plateado comenzó a cambiar de forma, y enterró el cuerpo de Walter Hicks.
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