martes, 1 de enero de 2013

Capítulo 3

E
l piloto de la nave caza se dirigió a la ciudad. Encontró una estación de policía abierta y entró en ella. Apenas cruzó el umbral, todas las miradas cayeron en él.
- ¿Se le ofrece algo… señor? – preguntó la recepcionista, pronunciando el señor de forma despectiva.
- Tengo que advertirles. A todos. Yo vengo del futuro, derribé una nave alienígena que transportaba cib-orgs (organismos cibernéticos) para… ¡Ay!
El joven cayó inmovilizado. Un policía le había disparado con un arma paralizante.
- Estoy harto de los borrachos y los locos. Éste debe haber venido de una fiesta de disfraces – dijo mientras le señalaba su vestimenta a la recepcionista - , se alcoholizó y empezó a delirar.
- ¡No estoy loco! ¡Y menos borracho! ¡Digo la verdad! – masculló el aeronauta, pues tenía la mandíbula aplastada contra el suelo.
Unos segundos después, un hombre entró a la estación. Era alto y estaba bien vestido.
Se acercó a la mujer y le susurró algo al oído. Entonces ella, adoptando una actitud extraña, le habló al oficial:
- Este hombre dice que el borracho es su hermano.
- ¡No es cierto! No lo conozco – soltó el piloto.
- Ya te descubrimos. No escaparás – le dijo el hombre de traje al paralizado joven.
El oficial no entendía nada, pero advirtió a tiempo que el recién llegado iba a extraer un arma. Sacó la suya y le apuntó.
- ¡No se mueva! – gritó el policía.
De todas formas, el supuesto hermano extrajo la pistola. Era casi igual a la del oficial, excepto porque el cargador brillaba con una luz azulada. Fue en ese momento que el piloto se dio cuenta de lo que en realidad era. Ya libre de la inmovilidad, se puso de pie de un salto.
-¡Alto o disparo! ¡Los dos! – El policía se había puesto nervioso, y la mano que sostenía la pistola temblaba visiblemente.
- Un humano con un arma eléctrica no es amenaza para alguien como yo – se mofó el hombre de traje. Pero no era un hombre. Abrió fuego contra el oficial, pero en vez de escapar una bala, salió un rayo que le dio de lleno en el pecho. Cayó como si fuera de plomo. Estaba muerto. La recepcionista se había desmayado. Ahora eran solo el joven y el asesino.
Lentamente el último se despojó de su disfraz, y ese viscoso cuerpo plateado quedó a la vista. El piloto fue más rápido que el alienígeno. Tomó la pistola del desafortunado policía y disparó al ser. Arrojó el arma y salió corriendo de la estación, sin rumbo alguno. Mientras, el cuerpo del extraterrestre comenzó a actuar contra las heridas. Se cerraron despacio.
Un hombre iba conduciendo su automóvil. De repente vio a un joven, vestido con ropa militar, que estaba cruzando la calle en verde. Intentó frenar, pero ya era tarde. Lo había atropellado. 

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